lunes, 23 de agosto de 2010


 

De pachanga…

El fin de semana fue muy ajetreado. Anduvimos con el fulanito viendo a mucha gente que tenia rato que no veíamos. Estuvimos con amigos y familiares que siempre están el pendiente del chamaquito y regalándonos momentos ricos llenos de buena vibra y cariño.

El sábado por la mañana desayunamos con amigos míos de toda la vida. A uno de ellos lo conozco desde que estábamos en maternal y el poder compartir estos momentos vividos con mi chamaco con gente que me conoce de siempre es una de las cosas que más disfruto hacer. Otros dos amigos también tienen bebé y pudimos compartir un rato a gusto de consejos y ocurrencias de cada uno de nuestros chamacos, y no digamos que el fulanito no lo disfrutó, estuvo un buen rato con la compañía de dos niñas bien bonitas que no dejaban de abrazarlo, espero que cuando tengan 15 años sigan siendo así con el fulanito.

Ya por la tarde el fulanito fue a visitar a sus abuelos paternos quienes se deshacen en juegos y cariños para con el chamaco al igual que su tío (mi hermano menor). El fulanito estuvo muy apapachado este día, y con tanta gente y cosas nuevas no durmió la siesta así que llegó harto cansado pero de muy buen humor, nos aguantó súper bien el paso a su Má y a mí.

El domingo visitamos a toda la familia de su Má en una comida de despedida a un primo de la susodicha que se va a España a estudiar. Desde que llegamos el fulanito anduvo de brazo en brazo con las tías, tíos primas y primos que lo chulearon hartísimo (como no si mi chamaco es todo un galán!) y mientras una tía le cantaba otra ya estaba esperando para cargarlo y llevarlo a platicar con la bisabuela mientras la abuela esperaba turno para apapacharlo y el fulanito aprovechaba para picarle los ojos a la prima y le pedía su video juego a otro primo…así que fue una tarde bien ajetreada, llena de gente, ruido y sin la siesta correspondiente. Pero aún así el fulanito se portó muy bien y estuvo sonriendo a todo el mundo ya que les agarraba más confianza les platicaba un ratito.

Ya para las 7 de la tarde el chamaco estaba muerto y cansado de tanto brazo, así que tuvimos que emprender la huida para que llegara a descansar de tan reventado fin de semana.

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