martes, 19 de octubre de 2010

Bota bota….

Al fulanito le gustan la pelotas, de esas que botan un chorro. Le gusta rebotarlas por todos lados, escuchar como pega en paredes y/o puertas y después buscarlas. Puede estar un buen rato disfrutando esa sencilla actividad en varios estados de animo, de plano muy atento y serio para escuchar el ruido que las pelotas hacen o muerto de la risa al ver como pegan por todos lados a lo loco.

Tanto le gustan que de plano no las suelta para nada y como de costumbre la que menos color tiene y la más sencilla es su favorita. Esa pelota vive en la mano del fulanito, mientras que con la otra agarra una diferente, rebota una, luego otra, va por ellas y cuando tiene bien dominado el asunto decide aventar ambas pelotas al mismo tiempo.

Ahora la pelota lo acompaña a todos lados, al súper, a la hora de la comida incluso a la hora de la bañada el fulanito entra con pelota en mano y no la suelta, si es posible tener ambas manos ocupadas por dichos artefactos mejor…así que Má se ha dado a la tarea de tener siempre cerca esos juguetes porque nos ayudan de un chorro de formas, como por ejemplo calmarlo si nos hace berrinche, distraerlo de algo que no le pareció y está renegando e incluso para que se está un ratito quieto mientras salimos a comer o estamos en alguna reunión, eso sí, si descubre que la aventada está divertida el asunto ya no nos ayuda tanto a tener al fulanito quieto.

También juega con sus abuelos, de plano su abuelo paterno se tira al piso esperando que el fulanito le aviente la pelota o las pelotas para después regresársela y seguir así durante un buen rato, entre risas, gritos, arrastradas por el piso y una que otra tirada chueca el fulanito comparte con su abuelo uno de sus juegos favoritos y le regala un rato de alegría y complicidad mientras ambos se disfrutan.

Y así cada día aparecen variantes, a veces las pelotas son guardadas en algún bote o vaso, las mete en el juguetero, las avienta bajo el sillón o ha habido veces que las encontramos en los lugares menos pensados después de unos cuantos días sin saber de ellas, como por ejemplo en la alacena de la cocina o bajo el mueble del baño.

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